Long-Ohni nació, vive y morirá en Buenos Aires. Su existencia ha sido la actividad literaria. Licenciada en Historia de las Artes (UBA), antes estudió medicina y música. Ejerció la docencia y vivió la militancia política. Compone música. Rastros suyos se hallan en revistas y traducciones, en premios numerosos y en la colaboración cercana con grandes escritores, antecedentes que se opacan ante su condición esencial de poeta, una de las más notables de la Argentina reciente. Su obra édita –porción pequeña de la que circula en el medio virtual– se encuentra en el poemario Acerca, de 2005 (con versiones en cinco idiomas), y en la antología Pura luz contra la noche, del año siguiente, entre otras. No menos poeta es en su prosa, llena de transparencia y símbolos, expuesta en la novela El árbol de las flores amarillas (2002), traducida al portugués y al italiano y teatralizada en Italia y Portugal, y en el sugerente Zwerg, aparecido cuatro años más tarde. Seis libros más se encuentran prontos a editar: Faro, Incohemas, Patrióticas y Tangardías, Tan callando, Las más noches, Hai y Antifonario del Grial.
A UN CRISANTEMO
A esta pausa me obliga un crisantemo
burilado de luz por mano agraria
y me detiene el paso, me suspende
en su ser que asoleado resplandece.
No advertí nunca antes que la Pacha
diera a luz tanta luz de crisantemo
ni que su vientre de arcanas epopeyas
de plena oscuridad lanzara un rayo.
A esta pausa me obliga un crisantemo
y llego tarde al banco, me confisco
este tiempo robado a la rutina
mientras suenan motores y bocinas
y pasan piernas que ya no se detienen.
¿En qué pensaba Dios cuando lo hizo
en la justa cintura de la tierra,
prueba de numeroso amor, de todo
lo que explica tu ser dedal de oro?
Y me sucede a veces que al descuido
me obliga a cierta pausa un crisantemo,
un lapacho, un gorrión, una llovizna
que en la ciudad cautiva del cemento
se amilagra ante mí como una ofrenda
que otros ojos ignoran. Viven muertos.
DEUS IN NOBIS
En el margen de luz va la poesía
y a filo en la penumbra se desliza
buscando a dios, quién sabe
mientras mueren contigo los destellos
y el viento pasa roído por la vida.
Breves palabras como breves sueños
y el querer seguir siendo,
perseverar, acaso, en lo imposible,
huir del arte de arte
y encontrar en la hierba
o en la espesa penumbra
el oro necesario para darse a la muerte.
Sembrar sin la esperanza de ninguna cosecha
y que sean los cuerdos los que talen
el árbol de la poma que has sembrado
y que el fruto mitigue tal horror al vacío.
Precioso el riesgo del que en la nada espera
la voz de dios, posada en la palabra,
del que batalla en sueños por la luz que se escapa,
del que despliega velas frente al mar tormentoso,
de aquel que se arrodilla consigo en el desierto.
Vaya con la agonía por la vida
quien no quiera morir completamente;
vaya con su monólogo en la alforja
por cada mar, camino, ensoñación, vigilia.
Bien sé que cada noche es oportuna
para velar las armas,
nuestras propias costillas
y el puñado de alma que acaso nos habita.
YO QUISE SER BANDERA
Yo quise ser bandera y vine hombre
con riñones, urea y fosfatasas,
dos astrágalos fuertes que recorren
la tierra colorada y la miseria,
los bosques de colihue, la esperanza
de volverme bandera en el camino.
Vine siendo pulmones expandidos,
maxilares sedientos, generosos
que muerden las palabras y la rabia
y el dolor de no ondear como yo quiero.
En mi espalda de azúcar las dos alas
más humanas que angélicas, por cierto
con que libero, combato y desacierto,
renuevo la utopía, la excomulgo
y en ella me bendigo nuevamente.
Ya poco más por ser que vine hombre,
un mínimo de tierra que no puede
más que alzar con su voz lo que es bandera,
con mi pecho de barro poetizo,
faro sin luz que en noche oscura insiste.
Yo quise ser bandera y vine hombre
y muero con mis pies todos los días
No me excusa este origen indeseado
de izarme el esqueleto a media asta:
Si acontece la Patria se me impone.
No se aducen razones cuando hay muerte.
VAMOS SOBRE EL SILENCIO
Vamos sobre el silencio, hermano.
Las hojas ya no crujen debajo de tus pies
y el río sigue inválido esperando del otro lado de la vía
como si nuestro juego no hubiera terminado.
Ya ves,
la sombra de mi sombra, nuestras sombras
que querían crecer inútilmente
recostadas en este breve tiempo
contra ese pino azul y los naranjos
como si el sueño de ser grandes
fuera tan imposible como perder la infancia
y perder el camino que nos llevaba al río
y el mismo río que ya se ha devorado
ese asombro tan nuestro, nuestro insomnio.
Como un perro perdido busco el rastro
para volver a casa
y encontrarte.
ELEGÍA
¿Qué quiere redimir el alma mía
inundada de sed y de cansancio?
Es tiempo de destierro y noche clara,
de tibio mediodía y arduas parras.
Es el tiempo del vino solitario
y del pan que comparten mis dos manos.